PACIFIC COAST HIGHWAY. Estados Unidos
País: Estados Unidos
Longitud total: 781km
Altitud: 0m
Localización: De San Francisco (N 37° 47.16 W 122° 28.39) a Los Angeles (N 34° 01.10 W 118° 29.28)
Mejor época para recorrer: Las temperaturas son muy suaves durante todo el año. En verano, el tráfico de vehículos se intensifica.
Película: Castillos en la arena (Vicente Minnelli, 1965). Richard Burton y Elizabeth Taylor, la gran pareja del cine de los sesenta, en una espléndida historia íntegramente rodada en localizaciones de Big Sur. Los títulos de crédito iniciales son un preludio de la importancia del entorno durante el resto del metraje.
La soleada California es la tierra prometida, el destino del sueño americano; el final del camino para todo aquel que alguna vez soñó con una vida mejor en su camino hacia el oeste. Un paraíso natural sobre el que discurre de norte a sur la carretera que hoy recorremos.
Con un recorrido total de 781 kilómetros, la Pacific Coast Highway serpentea por el abrupto litoral de la costa californiana entre las ciudades de San Francisco y Los Angeles. Precisamente, visitar dos de las ciudades más emblemáticas de Norteamérica es uno de los grandes añadidos del viaje.
La carretera se construyó sobre el denominado “Camino Real”, la vía de comunicación terrestre que unía las misiones religiosas españolas de la Baja California y la Alta California, fundadas entre 1683 y 1834.
El plan general de colonización y evangelización español se basaba en las misiones, los pueblos y los presidios. Se trataba de ir progresando hacia el norte fundando un rosario de misiones a la distancia de un día de camino a caballo de misión en misión.
Al lado de cada una se fundaba un pueblo con los indios conversos. En lugares determinados se añadía un «presidio», una residencia más o menos fortificada con soldados, para proteger y ocupar el territorio.
Las misiones se financiaban con dinero recaudado por las órdenes religiosas y proveían las necesidades básicas de los soldados de los presidios. Los soldados recibían armamento y otros suministros a cargo de la corona española, pero de manera muy irregular.
Cada misión tenía que ser autosuficiente y producir alimentos y otros bienes básicos para los misioneros, los nativos conversos y los soldados.
La construcción del Camino Real de California fue una ardua tarea que duró muchos años. Una vez fundada una misión, se procedía a mejorar el camino que la unía con la siguiente. Había que ensancharlo y allanarlo y dotarlo de unos elementos auxiliares mínimos. Por suerte, y no por casualidad, muchos de los misioneros tenían conocimientos técnicos adecuados para llevar a cabo el trazado y la construcción del Camino Real. Según una tradición no confirmada, los misioneros sembraron semillas de mostaza en las orillas de la vía para que las flores amarillas de la planta ayudaran a indicar el camino.
Uno de los principales artífices del mismo fue el padre Junípero Serra, un fraile franciscano de origen mallorquín que estableció numerosas misiones en la Alta California que, con el tiempo, se convertirían en grandes ciudades como San Diego, Los Angeles, San Francisco o Sacramento. Vía WIKIPEDIA
Comenzamos nuestro recorrido en San Francisco, cuna del movimiento hippie y una de las ciudades más liberales de Estados Unidos. Constreñida en una península de apenas 120 kilómetros cuadrados, esta seductora urbe ha conseguido erigirse como una de las ciudades más singulares del mundo. En ella podremos disfrutar del famoso puente Golden Gate, el Barrio chino, la isla cárcel de Alcatraz, montar en tranvía o, sencillamente, pasear sin rumbo fijo por sus coloridos barrios.
Una vez abandonemos la ciudad, tomaremos la Pacific Coast Highway hacia el sur. Obviamente podemos hacerla en ambos sentidos, pero la mejor forma de disfrutar del perfil oceánico y de sus escarpados acantilados es hacerla de norte a sur, circulando por el carril más cercano al mar.
Lo ideal es dividir el viaje en dos etapas bien diferenciadas. La primera, de San Francisco a San Luis Obispo, a través del salvaje Big Sur. La segunda, recorriendo el valle de Santa Ynez y las playas californianas más famosas hasta la ciudad de Los Angeles.
A lo largo del camino nos encontraremos con diversos parques y reservas naturales, lo que refleja el alto grado de conservación de la zona. Saliendo de San Francisco por Pacifica pasaremos por la reserva marina de Pillar Point y la Bahía de la Media Luna (Half Moon Bay).
La primera parada importante del camino es Monterey, antigua capital de California y principal puerto de la zona durante la época colonial española. El paisaje abrupto y salvaje que rodea la Carretera del Pacífico, cautivó en el pasado a escritores de la talla de Robert Louis Stevenson, Henry Miller, Jack Kerouac o John Steinbeck, que inmortalizaron algunos de sus escenarios más célebres.
Aquí, en la península de Monterey, es posible recorrer la 17-Mile Drive, una carretera de peaje (cuesta 10$) que permite disfrutar de un magnífico trayecto entre playas cristalinas y bosques de pino a través de la urbanización privada Peeble Beach, sede del US Open de golf. Aquí se encuentra el mítico Lone Cypress Tree, un solitario ciprés en lo alto de un saliente rocoso frente al océano.
Siguiendo la línea de la costa llegamos a Carmel-by-the-Sea, una encantadora localidad en la que reside desde hace años Clint Eastwood y de la que llegó incluso a ser alcalde entre 1986 y 1988. Tras el terremoto que devastó San Francisco en 1906, el pueblo se convirtió en refugio de músicos, escritores y pintores que huían del desastre ocurrido en el área de la bahía.
Nutrias y leones marinos nos darán la bienvenida en Point Lobos, la reserva marina situada 3 kilómetros hacia el sur. Aquí podremos avistar también imponentes ballenas grises durante los meses de enero, abril y mayo.
Desde este punto, los más de 150 kilómetros que nos separan de Big Sur son seguramente los más espectaculares de todo el recorrido. La carretera se vuelve estrecha y sinuosa sobre los acantilados y las vistas son inmejorables. En este tramo se encuentra el Bixby Bridge, el puente de arcos más famoso de la ruta, inaugurado en 1937.
Unos kilómetros más adelante se encuentra el pequeño enclave turístico de Nepenthe, que cuenta con un pequeño restaurante muy recomendable. Aquí vivió durante muchos años el escritor Henry Miller, que legó su biblioteca personal a su gran amigo Emil White tras su muerte. La colección puede ser contemplada de manera gratuita en este lugar.
Seguimos nuestro camino hacia el sur y nos adentramos en una de las áreas más protegidas de la costa del Pacífico. De entre todas las reservas naturales de la zona destaca el Pfeiffer State Park y su idílica playa, con una cascada que desagua desde 25 metros de altura sobre la fina arena. Aunque el litoral está muy protegido, existen áreas para acampar y senderos señalizados para acceder a las playas más recónditas.
Tras dejar atrás la majestuosa belleza natural de Big Sur, continuamos nuestro viaje en el castillo Hearst, una fastuosa obra localizada a las afueras de la pequeña localidad de San Simeón. El magnate de la comunicación William Randolph Hearst, encargó la construcción de este fastuoso castillo en 1922. Unos años más tarde, Orson Welles retrató magistralmente la vida del empresario en su obra maestra Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941).
La entrada es un poco cara (entre 25$ y 36$, dependiendo del tour), pero sin duda merece la pena. La excentricidad y la opulencia presiden todas y cada una de sus estancias, decoradas profusamente con elementos procedentes de todo el mundo. Mención especial merece la enorme piscina de inspiración greco-romana que preside la casa, y que fue utilizada por Stanley Kubrick para algunas escenas de Espartaco (Spartacus, 1960).
Tras pasar por Cambria y Morro Bay, dos bellas localidades costeras en las que se respira paz y tranquilidad, llegamos a San Luis Obispo, una ciudad del interior en la que destaca su coqueto centro histórico y la antigua misión española. Como curiosidad, podemos visitar la Bubblegum Alley, o “Calle del Chicle”, cuyos muros están cubiertos por miles de estas pegajosas golosinas desde comienzos de los años 60.
A partir de aquí, la Pacific Coast Highway se aleja por un tiempo de la línea de costa para atravesar el valle de Santa Ynez, una de las zonas productoras vitivinícolas más importantes de California. La carretera discurre ahora entre ranchos de caballos y viñedos, escenarios de películas como Entre copas (Sideways, 2004).
Poco antes de llegar a Santa Bárbara retomamos la costa para no abandonarla ya hasta el final. Precisamente, esta es una de las últimas ciudades importantes por la que pasaremos, un lugar popularizado por el cine y la televisión en el que se disfruta de una calidad de vida excepcional, al menos si tienes el dinero suficiente para ello. Entre mansiones y barrios residenciales de corte mediterráneo nos encontramos en el casco histórico con la conocida como la “Reina de las Misiones”, perfectamente conservada y una de las más bellas de todo el Estado.
Otros atractivos de la ciudad son el edificio del tribunal y el Presidio, ambos construidos en 1782 y posteriormente restaurados.
En el último tramo de nuestro periplo pasamos por algunas de las playas míticas californianas: Malibú, Zuma, Ventura… todas territorio de los surfistas. Eso sí, si quieres pararte a disfrutar de cualquiera de estas playas deberás abonar entre 8$ y 10$ por dejar el coche en los aparcamientos autorizados.
Terminamos nuestro recorrido en el muelle de Santa Mónica, en la ciudad donde los sueños se hacen realidad. Los Angeles despliega una oferta cultural interminable que nos permitirá poner un punto y final perfecto para un viaje de película.
Si después de todo aún tienes ganas de más, te gustará saber que esta carretera forma parte de la Highway 1, la histórica 101, una ruta de 2.500 kilómetros que recorre la costa del Pacífico desde San Diego hasta Seattle, casi en la frontera con Canadá. Pero eso ya es otra historia…
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